Me pones sitio como a una ciudadela. Al igual que sus habitantes espero a que tus armas me dobleguen o, finalmente, lo hagan la peste o la ansiedad de la espera… La desesperación.
Lo que de mí queda depende de terceros. Mercenarios que se van como la leña en el invierno ante la contundencia del frío que te reviste.
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