viernes, 14 de mayo de 2010

Confesiones de Miguel Valdéz

Ha sido permanente mi falta de vocación para socializar. Parece haberlo sido también la vocación de los demás para evitarme. ¿Será mi destino el ostracismo? ¿Estaré cavando el hoyo en el que en algún momento he de arrojarme para permanecer allí, tumbado, mientras rezo con fervor porque alguien de fuera llegue –finalmente- a rellenarlo?...

He querido con toda mi energía revertir los signos, empatar, complementarme y bueno... no es posible. Mi mentira y mi afán afloran sobre el rostro como gotas de un sudor frío que expone al mundo mi estado febril e infeccioso. Soy un gran engaño ambulante, el tótem de una tribu extinta que se congeló en un rincón del bosque esperando y al que hoy, todos los recién llegados, se afanan por tirar.

Mi colapso parece inevitable… me lo muestran los años, la falta de voluntad y de vocación; me lo muestran las páginas no escritas y la accidentada cuesta social que aún tengo por delante. Mi esfuerzo: Volver los ojos al detalle y ver – en lo sucesivo- la insignificancia que puede volver a toda ruina relevante y al texto como un proceso que se perpetúa sin las restricciones de un principio y un final; al aire en su fluir constante y a los ojos sorprendidos de una alumna como la única fuente de belleza permanente.

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