Miguel no era agradable en lo inmediato, en el trato personal o en asuntos de protocolo. No obstante resultaba encantador en su práctica docente, durante sus intervenciones académicas y, más que nada, en todo ejercicio que implicara debate y crítica. No era de extrañar que el profesor no tuviera, para entonces, amigos en la facultad. Los colegas lo respetaban - si no por sus años sí por sus colmillos- pero invariablemente lo evitaban. Valdéz era un solitario, él lo sabía y aprendió a llevar -hasta el puto de sentir cierto orgullo- de un apodo que, aunque poco ingenioso por lo obvio, le generaba identidad: “el paria”.
lunes, 31 de mayo de 2010
Retrato de Miguel Valdéz 1
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
Mú chidito. “EL Paria”, suena a pariente ¿será?
ResponderEliminar